Creando Familias
Reportaje Revista Paula
Marión Yáñez tiene su útero dañado y no puede embarazarse. Pero lo que más desea en el mundo es armar una familia con su marido. Pronto lo conseguirá, gracias a una amiga cercana que, en su deseo de ayudarla, gesta en su útero el embrión de la pareja. El procedimiento se conoce como maternidad subrogada y plantea una maternidad distinta a la mujer que engendra y pare: la madre genética.
Paula 1246. Sábado 10 de marzo de 2018.
Cuando Marión Yáñez (38) echa una mirada a su biografía, encuentra varios momentos cruciales en que Alicia (47, su nombre ha sido cambiado) ha estado a su lado. Tenía 15 cuando Alicia llegó recién casada con su marido a vivir a unas casas más allá de la de su famiia, y se hicieron íntimos de sus papás, con quienes hoy son compadres: se juntaban los fines de semana, salían juntos de vacaciones. Cuando Marión hizo su confirmación le pidió a Alicia que fuera su madrina. Estuvo en su despedida de soltera y bailó hasta altas horas de la noche en el centro de eventos de Santa Rosa, cuando Marión se casó con Claudio Fuentes, en 2015.
También fue su paño de lágrimas en los momentos más duros, cuando a raíz de un embarazo ectópico cervical (cuando el embrión se instala en una de las trompas de Falopio), Marión perdió su capacidad de engendrar. Fue en 2013, cuando llevaba un año pololeando con Claudio y estuvo internada varios meses en la clínica, con recurrentes sangrados. Ese embarazo, que no es viable y pone en peligro a la madre, habría sido hoy una causal de aborto terapéutico. Pero en vez de interrumpir el embarazo, los médicos que la atendieron le practicaron una embolización de las arterias uterinas, procedimiento que bloquea la irrigación del útero y termina causando una pérdida espontánea. Como consecuencia su endometrio, la zona donde se anida el embarazo, quedó irremediablemente dañado.
Marión y Claudio viven en Lampa en una casa que ellos construyeron y tiene cinco dormitorios, porque siempre soñaron con tener muchos hijos. Intentaron embarazarse recurriendo a especialistas en fertilidad; se hicieron cuatro inseminaciones y gastaron casi 5 millones en esos tratamientos. No resultó. Probaron también iniciar un proceso de adopción, pero en ese camino les tocó asistir a una charla de un joven que fue adoptado luego de pasar por el Sename y quedaron devastados: el relato del muchacho sobre lo vivido en esos hogares (violencia, violación, abandono), los hizo desistir. No se sentían capaces de recibir a un niño que hubiera sufrido tanto y, en cambio, los ilusionaba tener una guagua, un hijo propio.
–Me deprimí. Fui al siquiatra, tuve que iniciar un tratamiento porque estaba muy triste –cuenta Marión.
Y ahí estaba Alicia, alentándola y escuchando sus penas y también las de sus afligidos padres por verla así. Empatizaba con ella, porque Alicia tiene tres hijos de 21, 17 y 6 años y ser madre ha sido algo lindo e importante para ella, que creció alejada de su mamá y fue criada por su abuela paterna, por lo que es una convencida de que la madre puede ser una mujer distinta que la que da a luz.
–Quería ayudarla. Por el cariño que le tengo a ella y a sus papás. Me dolía su falta, porque tiene todo para tener un hijo: un buen compañero, una casa linda, tantas ganas de dar amor –dice Alicia.
Por eso le habló de explorar la maternidad subrogada con la que Ricky Martin y otras figuras famosas han logrado ser padres: un procedimiento que implica implantar el embrión de la pareja en otra mujer que lleva adelante el embarazo hasta que el niño nace.
Marión averiguó. Encontró información de clínicas norteamericanas que practican y supervisan todo el proceso, en estados como California e Illinois en que la legislación lo permite, pero el costo es muy alto: desde 100 mil dólares, lo que incluye el pago de la madre gestante, que cobra entre 25 y 50 mil dólares, el proceso de fertilización y los medicamentos, el abogado y los costos adicionales como el seguro médico. Un precio que se aleja de sus posibilidades porque ella es contadora y su marido, prevencionista de riesgos, y viven de su sueldo. En cambio en Chile no había información fiable ni registro de alguna pareja nacional que hubiera pasado por la experiencia con éxito.
No parecía haber salida posible para su anhelo.
Hasta que en mayo de 2017 Alicia, acompañada de su hijo de 6 años, Teo (su nombre ha sido cambiado), vio en un matinal el caso de Camila, una mujer chilena de 28 años que había perdido su útero y había conseguido tener con su pareja unas mellizas que fueron engendradas en el vientre de la madre de ella; es decir, la abuela de los niñas, una mujer de 49 años. Alicia miraba el caso en la tele y no lo podía creer. Porque, además, lo habían hecho con ayuda de un médico chileno y todo había salido bien: las mellizas nacieron en noviembre de 2016. “Mamá, así puedes ayudar a Marión”, le dijo Teo en ese momento. Y ella, entusiasmada, llamó por teléfono a Marión. –¡Es posible hacerlo en Chile, lo acabo de ver en televisión! Tengo el nombre del doctor: vamos a verlo. Yo te presto mi útero para que tengas un hijo –le dijo Alicia.
Milagritos
Una semana después, Marión, Claudio y Alicia estaban en la Fundación Médica San Cristóbal en la consulta del doctor César Cafatti, especialista en medicina reproductiva. Marión, nerviosa, le contó su caso. Tras escucharla, el doctor les dijo que cuando el endometrio está tan deteriorado, no se consigue un embarazo y que, en el caso que se lograra, abortaría. Que en situaciones así hay que recurrir a un útero subrogado, pero que como en Chile no está regulado, contratar a una mujer para que geste ese embarazo pagando por ello, se presta a situaciones confusas y dolorosas.
–Es más recomendable que sea alguien de la familia que lo haga de manera altruista. Tendrían que ver si en su círculo hay alguien dispuesto –dijo el médico.
Alicia levantó la mano.
–Veo que vienen preparados.
A la salida de la consulta, los tres se abrazaron.
Mientras Marión es menuda y muy delgada, Alicia es alta y de contextura más gruesa. Pero por tener 47 años, era indispensable chequear su estado de salud y que estuviera apta para el proceso.
–Si no hubiera estado bien, todo llegaba hasta ahí. Nuestro sueño no iba a ser más grande que su salud. No íbamos a someterla a nada si hubiera existido algún riesgo de afectarla –dice Marión.
En vista que los análisis mostraron que Alicia estaba en buenas condiciones, el paso siguiente fue comenzar con la preparación para iniciar el tratamiento y que viajaran a Lima, a una clínica de fertilidad (que pidió mantener su nombre en reserva) que les recomendó el doctor y que tiene bastante experiencia en maternidad subrogada. En Perú, existe un vacío legal, pero el procedimiento se practica hace años y es más económico que hacerlo en Estados Unidos. La pareja calcula que ha desembolsado unos 28 millones de pesos, considerando el tratamiento, los pasajes y estadía en Lima. Valor que se habría disparado si hubieran contratado a una madre gestante peruana.
Marión y Claudio viajaron primero: allá a ella le extrajeron sus óvulos y a él una muestra de espermios que fueron fecundados in vitro. Luego se biopsiaron los 8 embriones resultantes, lo que permite saber cuáles están normales y cuáles tienen alguna alteración cromosómica que puede ocasionar abortos. De los 8 embriones, 3 estaban en perfectas condiciones.
En paralelo, Alicia tuvo que inyectarse hormonas para preparar su útero para recibir el embrión. Cuando se acercaba la fecha de viajar, habló con su familia.
–Hasta ese momento lo habíamos conversado por encima, pero ahora era inminente –cuenta Alicia. –Mi hijo del medio me dijo que le daba miedo. Traté de tranquilizarlo.
Mi marido también estaba preocupado de que me embarazara a esta edad. El que mejor entendía todo era Teo, el más chico: él sabía que tenía que ir a Lima a que me pusieran la semillita en la guata. Además, quería viajar conmigo.
En la clínica de Lima, Alicia tuvo que pasar por una evaluación sicológica, lo que es parte del protocolo. Respondió un test de 90 preguntas que ayuda a ponderar su estado emocional y sospechar algún trastorno sicológico. Y entrevistarse con la sicóloga que le preguntó por qué quería hacer esto, considerando que en su caso no hay un incentivo económico.
–Noté que estaba apta –dice Gabriela Cases, la sicóloga peruana que la evaluó. –Es una mujer proactiva, alegre, con mucho amor y tiene un compromiso real con Marión. Su familia sabe lo que está haciendo. Conversé con su hijo pequeño, que la acompañaba, y me di cuenta de que estaba informado de todo.
El 20 de octubre de 2017 se hizo la transferencia de dos embriones: uno de sexo femenino y otro masculino. Estaban en el pabellón Alicia y Marión, tomadas de la mano, acompañadas del doctor que hizo la transferencia y una enfermera llamada Milagritos que rezó durante el procedimiento.
–Milagritos me entregó una foto de los dos embriones y me dijo: “Ahí están tus hijos”. Eso me mató. Con Alicia nos largamos a llorar –cuenta Marión.
10 días después, ya en Santiago, Alicia se hizo el test de embarazo. Fue el 30 de octubre, en casa de los padres de Marión, porque ese día se celebraba el cumpleaños de su madre, Lillian. Tuvieron que apurar el trámite porque el doctor les avisó que si salía positivo, necesitaba recetarle a Alicia unos medicamentos que tenía que tomar de inmediato. Por eso Marión, que estaba en su trabajo, no alcanzó a llegar. Pero sí llegó Claudio.
–Claudio me llamó llorando y me dijo: “Mi amor, vamos a ser padres” –cuenta Marión.
La madre gestante y la genética
A partir de entonces, Marión y Alicia se ven a diario y hablan por teléfono varias veces al día. Alicia le detalla cada cosa que le pasa: las náuseas de las primeras semanas, los pies que se le hinchan con el calor. El marido de Alicia, Antonio (su nombre ha sido cambiado), cuida su alimentación: le lleva frutas frescas para que coma.
–Cuando como sandía, se mueve mucho: parece que le encanta –dice Alicia.
En la séptima semana, en la primera ecografía, supieron que solo un embrión había funcionado, pero no fue posible saber el sexo.
–Por mí que Marión sintiera todo: trato de traspasárselo. Porque ese hijo es suyo, en eso no me confundo. Lo tengo súper claro desde el primer día –agrega Alicia.
Que Marión y Claudio hayan decidido hacer pública su historia es por la parte legal, porque quieren lograr que cuando ese hijo nazca pueda ser reconocido legalmente como hijo de Marión. Esto porque en Chile, según señala el artículo 183 del Código Civil, madre es la que da a luz, por lo que tras el parto quien aparecería como la madre legal del niño o niña sería Alicia.En la séptima semana, en la primera ecografía, supieron que solo un embrión había funcionado, pero no fue posible saber el sexo.
–Por mí que Marión sintiera todo: trato de traspasárselo. Porque ese hijo es suyo, en eso no me confundo. Lo tengo súper claro desde el primer día –agrega Alicia.
Que Marión y Claudio hayan decidido hacer pública su historia es por la parte legal, porque quieren lograr que cuando ese hijo nazca pueda ser reconocido legalmente como hijo de Marión. Esto porque en Chile, según señala el artículo 183 del Código Civil, madre es la que da a luz, por lo que tras el parto quien aparecería como la madre legal del niño o niña sería Alicia.
–Estos son temas nuevos, que los jueces no conocen –dice el abogado Cristóbal Santander, quien está asesorando a la pareja. –Obviamente esta técnica quiebra el concepto legal de maternidad en virtud del avance de la tecnología e invita a debatir si existe un derecho a procrear en Chile y quiénes son titulares de esos derechos reproductivos. Porque lo que hizo Marión es ejercer su derecho a procrear y formar una familia, pese a no tener la capacidad de gestar.
Santander hizo una pasantía en España investigando sobre maternidad subrogada, que fue el tema de su tesis para obtener el título de abogado en la Universidad Alberto Hurtado. Y señala que recurrir a esta técnica no es ilegal, porque no está prohibido. Más bien hay un vacío legal, porque no existe una ley especial que regule las técnicas de reproducción asistida.
En noviembre pasado diputados del PPD presentaron un proyecto de ley que pretende normar la maternidad subrogada, pero aún no ha sido discutido.
Plantea crear un registro de madres gestantes y establece requisitos, como haber sido madre, hacerlo de manera altruista y aceptar la imposibilidad de hacer algún reclamo sobre los derechos de filiación del niño, que pasa a ser hijo de quienes solicitaron gestar ese embarazo.
Santander está trabajando en el caso para presentar a fines de marzo una solicitud para que se reconozcan los derechos de los padres genéticos y cuando el hijo nazca pueda ser inscrito como hijo de Marión y Claudio. En ella piensa apelar al artículo 182 del Código Civil, que señala que “el padre o la madre del hijo concebido mediante aplicación de técnicas de reproducción humana asistida son el hombre y la mujer que se sometieron a ellas”.
Ya existe un precedente en tribunales: en enero de 2018 el Segundo Juzgado de Familia de Santiago acogió las demandas de impugnación y reclamación de maternidad de Camila, la mujer que tuvo con su pareja unas mellizas que se gestaron en el vientre su propia madre, la abuela de las niñas. Entre las pericias que el tribunal acogió está el análisis del ADN que mostró un 99,9% de coincidencia entre Camila y las mellizas.
En esta foto los dos embriones que le fueron transferidos a Alicia; uno de sexo femenino y otro masculino. En la primera ecografía supieron que solo uno se había anidado.
El sueño de Alicia
Un lunes de enero, en la sala de ecografías, Alicia, Claudio, Marión y su madre, Lillian, miran un monitor. Alicia, de 17 semanas, está acostada en la camilla. Marión está de pie a su lado, tomándole la mano. El doctor Cafatti pone un poco de gel sobre la panza de Alicia para recorrerla, buscando el mejor ángulo.
–Ahí está. ¿Lo ven? –pregunta el médico.
Todos miran fijamente la pantalla, mientras el doctor Cafatti les muestra la zona del pubis del embrión.
–Es un niño.
¡Un niño! Marión ha dado un pequeño grito. Claudio y Lillian se abrazan y Alicia cuenta que soñó que la guagua era un niño y se parecía a Marión: rubio y crespito.
–Se llamará Agustín –dice Marión con los ojos brillosos.
Alicia se felicita por su intuición. Hace unos días, para el cumpleaños de Claudio, con su marido le regalaron una camisa celeste de cuello Mao y una idéntica, pero chiquitita, para la guagua.
–Teníamos la tincada –asegura.
Alicia cuenta que como la guagua ya escucha, les dice a sus hijos que en la casa ya no se puede gritar y que ella no puede pasar malos ratos.
–El que más ventajas ha sacado de esto es Teo, que me dice que ya no lo puedo retar –cuenta y se ríe.
Para junio está previsto el parto. Será cesárea y en el pabellón habrá mucha gente. Alicia quiere tener a su lado a su marido, como en sus partos anteriores. También estarán Claudio y Marión, quien recibirá al niño apenas nazca. A Alicia le cortarán la leche. Y Marión, que acaba de empezar un proceso de inducción a la lactancia materna, con hormonas y estimulación, espera poder amamantarlo y así conseguir un mejor apego.
–Estoy un poquito ansiosa, pero tranquila –dice Marión y Claudio asiente a su lado.
Alicia, que al cierre de este reportaje ya cumplió 22 semanas, se ríe. Y con la confianza que la caracteriza, le responde:
–Todo va a salir bien.
REVISTA PAULA – LA TERCERA